Si estuviera en sus manos hacer un cambio en la educación a nivel mundial, ¿qué cambiaría?

Publicado por Kairós en

Manuel Bautista Mora


Realmente, no es un cambio, sino “unos cuantos cambios” los que necesita la educación a nivel mundial.

Pero por contribuir a tan ardua labor aportaré una idea simple, fácilmente realizable, como quien cambia de cuadro en una pared, y que seguramente con las actuales herramientas de marketing será también fácil de implementar y extender: cambiar el bolígrafo por el dedo de E.T.

Y no lo digo por la importancia que piense pueda tener lo instrumental en el tránsito de los sistemas de educación a los sistemas de aprendizaje, que también, sino como símbolo, como representación perceptible de un cambio de era. El símbolo es un fragmento vital de nuestro devenir emocional e histórico, necesario para conceptualizar nuestra pertenencia al grupo e interpretación de una determinada cultura. Nuestra interpretación de la realidad no es, ni mucho menos, inteligente, sino emocional y simbólica.

Inherente a nuestros sistemas de educación y aprendizaje es la forma con la que el ser humano ha encontrado la manera de comunicar sus pensamientos, esencia de la transmisión de conocimientos, recurriendo a cualquier tipo de objeto para dibujar o escribir. Sin remontarnos demasiado atrás, sino tan solo al pasado siglo, el simple hecho tecnológico de poner una bolita en un tubo de tinta, que no es ni más ni menos el bolígrafo, fue en su momento revolucionario, y todavía es considerado el objeto más práctico, limpio y cómodo a la hora de escribir.

Pero los veloces cambios están resultando ahora traumáticos, pues la diferencia entre un profesor que busca instintivamente en su bolsillo la estilográfica con la que plasmar algunas notas en el papel y los alumnos, nativos digitales, que tratan de pasar de esa escena con un simple gesto de su dedo en la pantalla, se resuelve en el lado del futuro a favor de estos últimos, que son quienes se acercan más a la manera de pensar y de hacer del futuro.

Declarar la muerte del bolígrafo será, sin aplicar nostalgias ni paliativos, seguramente bien comprendido, y habrá quienes quieran incluso celebrar el día mundial de esta declaración cada año.

De otro lado, el dedo ET, como nuevo cuadro en la pared, viene a representar la “cultura digital”. Sí, esa que ha venido para quedarse, pero a la que ni conocemos ni reconocemos todavía. La nueva era digital, la disrupción digital y la nueva forma de pensar que emana de la digitalización, necesitan una nueva imagen que las represente. Como todo dios, será una imagen importada, extraña al principio, como si vinera de un mundo extraterrestre, temerosa después, por enfrentarnos de repente a una desconocida distopía, y amigable finalmente,

cuando sepamos que se trata de una realidad de la que forma parte tanto como nosotros.

“E.T., el extraterrestre”, la película que Steven Spielberg dirigió en 1982, pudo haberse filmado en un principio bajo los cánones de una película de terror, pero encaminó sus pasos hacia una formidable historia de amistad. Elliott, el niño humano protagonista, prefiere no ir a la escuela, y acaba aprendiendo más del propio E.T., curiosamente no con bolígrafo, sino mediante conexión psíquica, que de los docentes en su centro educativo. Como en la trasformación digital, los nuevos conocimientos, por alienígenas que parezcan, prefieren encontrar su puerta de entrada a través de los niños, que representan mejor el futuro. Mientras que los científicos del sistema solo saben reaccionar mediante la cuarentena, encerrando al niño en casa (conocida forma ésta de protegerse de los extraños virus), Elliott y su profesor alienígena escapan al futuro con el uso de la telequinesis.

El dedo de E.T., por tanto, representa no solo la Cultura Digital que está cambiando nuestro mundo, y lógicamente también los actuales sistemas de educación y formación, sino también las profundas transformaciones que encierra y una esperanzadora forma de comunicarlo.

La transformación digital va tan rápido que hace que los aprendices sean tanto alumnos como docentes, por lo que se necesitan unas relaciones basadas más en la colaboración y confianza mutua que en la jerárquica posición de quienes dictan lo que hay que escribir, ya sea en el ipad o en la libreta.

Porque el aprendizaje no está reservado a los niños, ni a la etapa de escolarización, ni a los adolescentes, ni a los universitarios…, y ya en los tiempos que corren, ni siquiera a los hombres, sino también a las máquinas. Cada instante en el que nos comunicamos o relacionamos, a veces con nosotros mismos, es un eslabón necesario en nuestro proceso de aprendizaje. Hay que repensar el lugar que van a ocupar unas instituciones pensadas para la escolarización en la nueva realidad del aprendizaje a lo largo de toda la vida. Y hay que pensar en sistemas de aprendizaje, tanto para hombres como para máquinas, capaces de preservar un tipo de inteligencia, la humana, más allá de la eficacia de los algoritmos.

Establezcamos unos nuevos símbolos para representar el cambio de era en los sistemas de educación y aprendizaje, ayudando así a digerir mejor los cambios que la cultura digital traerá consigo.

Y preparémonos para un mundo de aparatos, artilugios, casas, cosas y territorios dominados por la palabra “Smart”, potenciando precisamente la competencia básica ahora más importante: el pensamiento crítico, el pensamiento inteligente. No bastará con pensar en digital, sino que en un mundo dominado por aparatos y artilugios “inteligentes” será necesario que los humanos no arrebaten a los humanos precisamente eso, la inteligencia, haciéndonos volver a la prehistoria, cuando la pintura sobre rocas y en cuevas era una forma de expresión también “digital”.

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