Si estuviera en sus manos hacer un cambio en la educación a nivel mundial, ¿qué cambiaría?

Publicado por Kairós en

José Manuel Pérez Tornero


Esta es la pregunta que el grupo Kairos1 ha propuesto responder a un grupo de expertos entre los que me encuentro. La cuestión es, obviamente, muy ardua de contestar, pero bien merece –dada la urgencia del momento- una aproximación aunque sea general y rápida.

Hay que decir, en primer lugar que para ensayar una contestación fundada parece obligado, en primer lugar, discernir cómo es y cómo será nuestro mundo en un futuro inmediato; y, a continuación, ver la manera en qué podemos afrontar ese cambio.

En esta línea, creo que es fácil que todos coincidamos que en el momento en que vivimos, nuestro punto de partida a cualquier respuesta debe tomar como punto de partida el COVID19 y el impacto que puede tener en nuestra realidad. Porque es la pandemia provocada por ese virus, y todo lo que ha supuesto –tanto en el plano pragmático como en el intelectual-, lo que, muy probablemente, va a marcar indeleblemente la andadura de la humanidad durante los próximos años, y en el mundo entero.

El estado de un mundo que ha llegado al límite

Lo más evidente del COVID19 y lo que seguramente será su mayor legado es la comprobación de que en muchos aspectos esenciales de nuestra existencia en el planeta Tierra está acercándose a muchos límites que, de superarse, pueden ser irreversibles. Límites que pueden provocar catástrofes y a los que, por tanto, habrá que prestar mucha atención. Límites que, por otro parte, representan para todos nosotros retos descomunales que no podemos soslayar de ningún modo. Y límites, finalmente, que pueden promover una toma de conciencia global y convertirse en la motivación central de un cambio decisivo en todos los órdenes de la vida.

Y, por supuesto, todos estos límites –tanto su realidad como la conciencia que podamos tener de ellos- afectan intensamente a lo que puede y debe ser el mundo educativo en el futuro. Solo disponiendo de una conciencia lúcida sobre la importancia y el valor de estos límites podremos imponer el nuevo rumbo necesario a la educación. Solo esto nos permitirá proponer y adoptar las decisiones adecuadas.

Al límite en materia de salud y medicina: las enfermedades pandémicas han vuelto a la orden den día, y, en muchos países, colapsarán sistemas sanitarios ya muy deficientes y precarios.

Puestos a identificar los límites esenciales a los que nos estamos acercando con el COVID19, señalaremos aquí los que parecen esenciales. Estamos llegando:

  1. Al límite de la subsistencia: en muchas áreas del planeta, con el COVID19, está aumentando la pobreza dramáticamente y la desigualdad (de toda género); están incrementándose las dificultades para alimentarse, para disponer de agua corriente y para mantener un estado de vida saludable con una atención médica mínimamente accesible; no hay suficiente producción y distribución de alimentos; crece el hambre; la seguridad –acosada por enfermedades, sequías, falta de hospitales, etcétera- escasea, en un mundo en el que las condiciones de vida empeoran, y en el que la producción mundial está amenazada de una seria contracción durante los próximos años.
  2. Al límite de la convivencia pacífica: en algunos países y regiones, la tensión llegará al límite, y la polarización política y social se extremará, dando lugar a estallidos de conflictos y violencia que podrán en evidencia las profundas brechas y desigualdades existentes (racismo, clasismo, nacionalismos, xenofobia, desigualdades de género, etcétera).
  3. Al límite de un orden geoestratégico casi agotado: la hegemonía occidental y de EEUU -que se consolidó tras la caída del muro de Berlín- parece entrar en una franca decadencia; China logrará, en pocos años convertirse en la primera potencia mundial, y se habrá consolidado, así, un nuevo orden mundial que afectará cuestiones esenciales como las libertades democráticas, la distribución del poder entre diferentes países, el modelo de desarrollo aplicable en muchas zonas del planeta, el control de la ciencia y de la educación, la movilidad y las migraciones etcétera. Está configurándose y emergiendo un nuevo orden internacional que trastocará muchos de los principios en los que hasta ahora se asentaba la convivencia mundial.
  4. Y, finalmente, y tal vez el problema mayor, estamos llegando al límite de la sostenibilidad del planeta: incluso pese al parón de la actividad económica, no se percibe ningún síntoma de que sepamos ni podamos poner freno a un calentamiento del planeta que será irreversible y que perjudicará gravemente la vida de la especie humana.
    Cambio integral

La constancia y la conciencia de esos límites deben marcar nuestro rumbo en todos los aspectos de nuestra existencia y, especialmente, a la hroa de concebir nuestra educación y sus valores.

Somos todos uno y vulnerables ante las enfermedades y pandemias. Vivimos en una sola sociedad global, y nuestra convivencia ofrece más signos de confrontación que de cooperación. Vivimos un orden mundial agotado, que abre las puertas a otro inédito e incierto. Coexistimos con una naturaleza que estamos avasallando y a la que apenas dejamos respiro, lo que va a suponer que ella, muy pronto, no pueda dejarnos respirar a nosotros.

A todo ello, tenemos que dar respuesta desde la educación y con la educación. Y es desde esa respuesta que tenemos que ensayar desde la que hemos de fortalecer nuestros sistemas de conocimiento y científicos para hacer frente a la enfermedad y superar nuestra vulnerabilidad. Nuestra educación, sin duda, es la que debe marcar el rumbo y el camino hacia la superación efectiva de esos límites señalados, y construir por tanto un nuevo escenario de paz y entendimiento global.

El dilema es claro: o la educación –en sus múltiples sistemas- o encara este nuevo mundo post-COSVID19 y propone soluciones viables para salir adelante; o sencillamente no habrá ya educación posible. Más todavía, si no se afrontan con determinación todos estos retos y se encaran estos límites, lo que pueda queda de los sistemas educativos puede convertirse en un puro obstáculo, en un puro lastre del pasado.

En cambio, si afrontamos con valor y resolución los problemas a los que nos enfrentamos, si asumimos su urgencia y acertamos a proponer soluciones, entonces la educación sobrevivirá y cumplirá su auténtica función que es transmitir el legado de la humanidad de una generación a otra para que las nuevas generaciones puedan seguir poblando y desarrollando su vida sobre la Tierra de un modo satisfactorio.

Pero para ello, necesitamos hoy en día un cambio integral en todos los sistemas educativos. Un cambio que proviene no solo de la necesaria actualización de un proceso de modernización continuo, sino, sobre toda, de la enorme transformación que se ha de afrontar en relación con el COVID19. Una transformación general que exige, como mínimo: cambiar de a) objetivos, de b) métodos, y de c) instituciones.

Necesitamos, también, que ese cambio sea global y solidario. Poco importa, pues, cambiar en un solo país, cuando los problemas transcienden fronteras. O cambiamos todos y armónicamente o cualquier cambio se hará irrelevante o se disolverá rápidamente. No hay ya –como ha demostrado la pandemia- compartimentos estancos. La respuesta de la humanidad al reto educativo en la actualidad, solo puede ser realizado por y para la humanidad en su conjunto.

Permítasenos, a continuación repasar someramente todos estos cambios.

Cambio de objetivos

El primero objetivo que debemos alcanzar es general y concreto a la vez: convertir nuestras sociedades –todas y cada una de ellas- en sociedades del aprendizaje; y hacerlo para conseguir no solo con el objetivo de que progresen en el camino de irse convirtiendo en sociedades mejores, que sean en el camino hacia sociedades mejores. Este objetivo ya lo planteó muy claramente J. Stiglitz antes del Coronavirus. Pero es más evidente después de él. Solo las sociedades que aprenden y cambian rápidamente, pueden lograr crecer, desarrollarse, afrontar los retos y, en última instancia sobrevivir. Por tanto, aprender rápida y globalmente-en muy pocos meses es decisivo.

El segundo, tenemos que aprender todos juntos y para todos, o sea de un modo solidario y mancomunado. Aprender todos sin distinción: niños, jóvenes y adultos, a la vez; gobiernos, instituciones y empresas; sin diferencias económicas y de ningún tipo. Aprender explorando, analizando, explicando. Y aprender a cambiar ensayando, experimentado e innovando. Aprender para producir más y mejor, de un modo sostenible. Aprender para proteger, cuidar y asegurar la vida de las personas, más y mejor. Aprender a dirigir, gobernar, ordenar la convivencia, más y mejor.

El tercero, que el aprendizaje sea abierto y global. Tenemos que crear una cultura del aprendizaje global, o sea, garantizando que el conocimiento –todo- se distribuye sin exclusividades, sin separaciones i apropiaciones indebidas. Todos tienen derecho a aprender, a asimilar conocimientos, a aplicar tales conocimientos a sus vidas. Pero no podemos hacer del conocimiento una diferencia competitiva: tiene que ser abierto, compartido, general. Si alguien descubre una vacuna, no puede quedarse con la patente en su provecho exclusivo. Las innovaciones tecnológicas, que afectan a todos tiene que estar abiertas a todos. Una ciencia que nos incumbe a todos, solo puede ser democrática, común.

El cuarto, que nuestra educación se oriente con un objetivo común: un humanismo universal, una ciudadanía cosmopolita, que permitirá un entendimiento global. O sea, la consideración de los derechos y deberes humanos, por encima de cualquier diferencia. En esto debe radicar el valor universal de la educación, que tiene que potenciar un entendimiento global que permita superar las violencias múltiples y construir la paz. Esto no supone aniquilar, ni abandonar otros valores espirituales, religiosos, culturales, artísticos, políticos, etc. Significa, sencillamente afirmar como principio fundamental de todo aprendizaje y de toda educación el hecho de que nuestra gran patria es la humana y la tierra.

El quinto, que en el centro de todo nuestro aprendizaje debe darse Y nada de esto puede darse sin el respeto a la naturaleza y a la vida. Nuestros aprendizajes y nuestros modos de enseñanza y educación, deben partir de un axioma indiscutible: sin el debido respeto al mundo natural, el ser humano sucumbirá y contribuirá a la extinción planetaria. La nueva educación debe cifrarse como gran objetivo una nueva alianza de la especie humana con el mundo natural. No es cuestión solo de equilibrio ecológico, de conservacionismo, de sostenibilidad.

Nos jugamos también, y sobre todo, el equilibrio intelectual de nuestra conciencia, la armonía de nuestra subjetividad con el mundo que nos envuelve, la energía que necesitamos para sostener la esperanza y la utopía, en esencia, la fe en la vida.

Cambio de métodos

Si hay cambio de metas y objetivos, ¿cómo no habríamos de cambiar entonces de camino (método) para acceder a esas finalidades?

El gran cambio es planificar y calcular racionalmente, mediante la lógica y los datos empíricos, y no dejarnos arrastrar ni por las creencias infundadas, ni por los apriorismos ideológicos o por las diversas formas de pensamiento mágico.

Aplicando sencillamente la razón y el sentido común, para cambiara la educación del futuro, tendremos que asumir nuevos caminos. A saber:

  • Aumentar sustancialmente los recursos de todo tipo dedicados a la educación. Hacerlo es urgente e insoslayable si queremos aprender todos juntos. Esto necesita cantidades enormes de dinero que obligará a replantear las finanzas mundiales. Habrá que destinar buena parte de lo que hoy se destina a fabricar y vender armas, a la educación. Tendremos que suprimir gastos superfluos –perjudiciales, a veces- para que todos sean capaces de aprender. No bastarán las inversiones estatales. Habrá que hacer esfuerzos continentales y mundiales. Habrá que crear bonos educativos, acudir a los grandes flujos de capitales, imponer nuevas obligaciones e impuestos en diversas transacciones para generar nuevos fondos para la educación. La nueva agenda que habrá de reformularse internacionalmente – tras la agenda 2020- debe colocar la prioridad del aprendizaje como algo de un valor cualitativo absoluto. Lo mismo debe suceder con las planificaciones de las diversas agendas internacionales, desde la UE, la OCEDE, los diversos organismos continentales, etcétera, y con la de los estados. Sin haber sacado las lecciones necesarias del COVID19 en todos los niveles de la educación, ningún progreso humano será posible ya.
  • Potenciar las infraestructuras universales y abiertas para la educación. Del mismo modo que se invierte en grandes infraestructuras para la logística y el transporte aéreo o portuario, en carreteras y renes, la nueva educación –y la sociedad del aprendizaje- tendrá que hacerse en infraestructuras cognitivas. Lo más fundamental sería garantizar el acceso universal a Internet y a la alfabetización mediática e informacional de todos los niños y adultos del mundo. Sin ella el aprendizaje no será posible. Potenciando recursos universales y gratuitos para la educación en todos los niveles, sin la desigualdad que crean el tener que pagar por ellos. Esto afecta a la formación inicial, y a la continua. A la primaria, secundaria y terciaria. Un cambio metodológico consistirá en llevar a su completa realización el movimiento de Recursos Educativos Abiertos (Open Educational Ressources), pero debe aplicarse también a los recursos científicos -¿por qué si la investigación es mayoritariamente pública, las revistas científicas han de ser mayoritariamente privadas?-. Y lo mismo puede ser aplicada a las grandes infraestructuras escolares y universitarias. ¿Por qué no trabajar en universidades globales abiertas, orientadas al servicio público? ¿Por qué los grandes organismos no lanzar este tipo de universidades y las financian? ¿Por qué no llevar a sus extremos la apertura que en su día significaron y los cursos masivos abiertos? Y, finalmente, todo esto debe incluir las grandes infraestructuras científicas de investigación. Desde el sector público debe hacerse un enorme esfuerzo por extender una potente red de cooperación científica abierta y universal, libre de intereses comerciales o geoestratégicos. Una infraestructura que permita a todos –independientemente del lugar en que se viva- compartir centros de computación, big data, laboratorios, tecnologías, etc. Hoy en día, afortunadamente la digitalización nos permitiría hacer esto sin demasiado coste. El método está claro. Sus beneficios también.
  • Establecer plataformas y redes humanas de cooperación universal. El método es sencillo. La creación de redes de educadores, formadores, científicos. De modo que ninguna personal grupo o colectivo se sienta aislado, solo. Los estudiantes de todo el mundo tiene que estar juntos. El profesorado, los científicos, los tutores… Todos ellos sacarán fuerzas de la unión. Solitarios y aislados pierden mucho valor y ganan impotencia.
  • Potenciar la comunicación de la educación, y la educación de la comunicación. Si el esfuerzo es colectivo y generalizado, el método no puede ser el de siempre: actos pedagógicos, aislados, enclaustrados en sus recintos institucionales, que apenas dejan huella; medios de comunicación que deshacen lo que tejen las escuelas, que contradicen sus valores y sus prácticas. Las tecnologías de la comunicación y la información, nos permiten hoy en día, hacer que cualquier tarea educativa se registre, se pueda amplificar, reutilizar, difundir, etcétera. Hay que hacer por tanto una nueva economía productiva en la educación, que aumente su valor, que lo comunique. Y esto se puede hacer en alianza con los servicios de internet y la web, en alianza con los sistemas mediáticos, con la inteligencia artificial, con el entrono sociotecnológico complejo en el que vivimos. Por tanto, hay que ensayar nuevos caminos de alianza entre servicios públicos audiovisuales y sistemas educativos. Entre grandes plataformas de Internet y las políticas de aprendizaje. Entre el periodismo, la ciencia y las transferencia mutuas. Las escuelas deben ser comunicantes y activas; y las sociedades y los medios de comunicación, educativas y catalizadoras del aprendizaje.
  • Potenciar la creatividad crítica y la responsabilidad. ¿Cómo podríamos aprender en un mundo cambiante, sin innovación, considerando que educar es solo transmitir patrimonios culturales? No hay patrimonio cultural que no necesite revitalización continua, ni innovación que no se funde en el patrimonio adquirido. Y la revitalización necesita distancia crítica, situarse fuera para cambiar. Avanzar ideas atrevidas para innovar y alterar rutinas. Este el se nuevo método –aunque no tan nuevo, pero sí poco empleado-. Una metodología que necesita atrevimiento, y poder en discusión los axiomas, y las inercias.
Cambios institucionales

La sociedad del aprendizaje que necesitamos requiere un profundo cambio institucional que afecta a la gobernanza y a la práctica educativa en todos sus órdenes.

Ese cambio afectará a las siguientes dimensiones:

  • La gobernanza educativa mundial no puede fundarse solo en políticas nacionales-estatales aisladas, necesita del multilateralismo y de la búsqueda consenso de políticas transnacionales y universales. Esto afecta a la todo el proceso institucional de fijación de políticas. Tanto la planificación como los desarrollos previstos y efectivos tiene que ser explícitos, objetivos e identificables. Necesitan indicadores realistas y pertinentes, que puedan ser contrastados científica e independientemente. Requiere un sistema de transparencia que pocas veces se alcanza, un lenguaje compartido a la hora de seleccionar contenidos, competencias, objetivos curriculares, etcétera. Y, sobre todo, debe enmarcarse en políticas globales Vivimos, producimos, consumimos y disponemos de servicios de un modo global. También el gobierno de la educación debe establecerse con valores globales universales, en situaciones de igualdad y diversidad multilateral, con respeto a los derechos e intereses de todo. Y, sobre todo, colocando a la persona en el centro de todo, y a la democracia política, cultural, educativa y científica como la única alternativa para sobrevivir a las nuevas amenazas autoritarias que se nos vienen encima.
  • Todas las instituciones educativas tienen que ser abiertas, participativas, trabajar en red y fortalecerse mutuamente. Esto exige, pensar juntos y hacer juntos. Compartir y complementarse. Internet ha abierto muchas posibilidades, que aún siguen por explotar, en el campo de la educación. Hay que aceptar su envite y responder adecuadamente. La digitalización es un mundo de empresas y de flexibilidad, que debe moldear nuestras instituciones. Todo ello consiente una intercomunicación y una interoperabilidad inéditas: entre profesorado, estudiantes, gestores, tutores, etcétera.
  • La solidaridad y la protección de los débiles debe sobreponerse a la competitividad social fundada en la distribución desigual de la riqueza. Deben abandonarse los viejos sistemas competitivos que no son capaces de equilibrar las desigualdades de partida. Pero sí debe potenciarse la búsqueda de la excelencia, de la calidad, de la superación y del esfuerzo. Valores todos ellos que benefician a los más desfavorecidos, porque son los únicos que les pueden asegurar. Esto significa optar por escuelas y universidades gratuitas de calidad superior a las que puedan acceder los estudiantes sin que las diferencias de recursos les afecten. Esto significaría lanzar enormes programas de becas y de estímulos; potenciar escuelas y universidades públicas con suficientes recursos económicos y con inversiones importantes; y asegurar un sistema de protección social que garantice la igualdad de oportunidades, sea cual sea la situación de los aprendices, de los países en que se encuentren o de la región o sistema social en que vivan.
  • Cualquier institución, gobierno, empresa u organización -privada o pública- debe estar obligada a cumplir una tarea educativa. Esto puede hacerse de diversas maneras: ofreciendo una flujo constante de transferencia a la sociedad, albergando estudiantes en prácticas, ofreciendo formación abierta, estableciendo convenios con los sistemas educativos, potenciando la innovación y el emprendimiento, y, en definitiva reforzando la construcción de sociedades educativas y del aprendizaje. Conseguir este cambio institucional exigirá una política de incentivación fiscal adecuada, una política de inversiones públicas –y privadas- sostenidas y la creación de nuevos servicios que vinculen todos los ámbitos sociales con la educación. Pero será la única manera de asegurar el aprendizaje a lo largo de la diva y en cualquier momento.